Somos los padres de un niño risueño llamado Martín, quien es autista. Todavía recordamos el día en que recibimos su diagnóstico como si fuera una sentencia; nos dijeron que él no sería capaz de lograr sus sueños y metas, sueños que en parte también eran nuestros.
Sin embargo, para nosotros no fue una sentencia, sino el inicio de un camino diferente que recorrer. Estábamos seguros de que Martín, con su valentía, rompería todas esas barreras, porque creemos que Dios siempre tiene la última palabra.
Entre terapias y tratamientos, nos recomendaron que practicara algún deporte que le gustara. Probamos varios a lo largo de los meses, y Martín siempre insistía en el básquet. Al principio, lo veíamos difícil, hasta que nos hablaron de PRODE y sus escuelas gratuitas. Investigamos hasta llegar a Los Teros de San Pedro, que quedaba muy cerca. Desde entonces, la vida de Martín cambió.
Nos recibieron desde el primer día con los brazos abiertos; lo incluyeron como a uno más, sin hacer ninguna diferencia. Los profes, con una paciencia infinita, conectaron con él desde el primer momento y lograron llegarle al corazón.
No tenemos palabras suficientes para agradecer el hermoso trabajo que hacen, abrazando el deporte y luchando por cada niño que asiste a las escuelas. Realmente, con su dedicación, hacen una diferencia enorme.
Cada logro de Martín lo festejamos como si fuera nuestro. Hay muchas cosas en las que él se siente frustrado y desanimado, pero con el básquet es distinto. Cuando llega el día de práctica, Martín se siente capaz, con ganas y le pone todo su esfuerzo y empeño. Este deporte se ha convertido en su mundo, un mundo donde la frustración se transforma en deseos de superación.
Por Cristian y Ana (padres de Martín Ríos, alumno de Los Teros de San Pedro)