En una pequeña ciudad junto a la playa San José, en Encarnación, Paraguay, el deporte ha encontrado un nuevo hogar, un espacio donde los sueños de muchos jóvenes han comenzado a florecer. El Programa de Desarrollo (PRODE), una organización sin fines de lucro, llegó para transformar no solo las canchas de básquetbol, sino la vida de muchos niños y adolescentes que, de otra manera, no tendrían acceso a oportunidades que les permitan brillar.
Recuerdo claramente el día en que mi sobrino Carlos, de apenas 12 años, nos llamó emocionado. Había algo en su voz que no escuchaba desde hacía mucho: esperanza, entusiasmo. «Tía, ahora voy a poder jugar», dijo con una sonrisa que atravesaba el teléfono, llena de ese brillo que solo los sueños pueden encender en el corazón de un niño. Él, que siempre había amado el deporte, ahora veía una puerta abierta para hacer lo que tanto anhelaba, gracias a la llegada del PRODE a su ciudad.
Pero no era solo él. Mi sobrina Nahiara, aunque pequeña en estatura, lleva dentro de sí una pasión enorme por el básquetbol. Siempre ha sido una luchadora, una niña que no se deja vencer por las barreras que su cuerpo le pudiera imponer. Y gracias al PRODE, esa pequeña pero determinada amante del deporte ha encontrado un lugar donde puede demostrar su fuerza y habilidades, donde cada día, en la cancha, da todo de sí misma, rodeada de otros jóvenes con sueños y pasiones similares.
Lejos de ellos, mi corazón se llena de orgullo cada vez que mi hermana me envía videos de Carlos y Nahiara en Los Canes, practicando, jugando, viviendo esa felicidad indescriptible que solo el deporte puede ofrecer. Y sé que no son los únicos. PRODE ha alcanzado escuelas como Los Teros, Las Águilas, y la más reciente, Pacú Cuá. Cada una de estas escuelas ha recibido no solo un espacio físico donde practicar, sino un compromiso: el de enseñarles a estos chicos a ser mejores, a superarse a sí mismos.
Para Carlos, Nahiara y muchos otros, es la oportunidad de soñar en grande, de creer en su potencial, de formar parte de algo más grande que ellos mismos. El deporte se ha convertido en el motor que impulsa su vida hacia una dirección positiva, que les da disciplina, que les enseña el valor del trabajo en equipo, del esfuerzo y la dedicación.
Lo que más me conmueve es pensar en todos esos jóvenes que, antes de la llegada del PRODE, no tenían un lugar donde pertenecer. Chicos que tal vez vivían entre dificultades, donde el brillo de la felicidad parecía algo inalcanzable. Hoy, sin embargo, corren, saltan, ríen, sueñan. El deporte ha cambiado sus vidas de una manera que las palabras apenas pueden describir. Y todo esto, gracias a la unión de fuerzas entre el PRODE y más instituciones benéficas, que juntos han creado un espacio donde estos jóvenes pueden crecer, no solo como deportistas, sino como personas.
Carlos me contó una vez que cuando está en la cancha siente que todo es posible. Ese es el regalo más grande que el deporte puede ofrecer: la certeza de que, con esfuerzo y dedicación, los sueños no solo son posibles, sino que están al alcance. Es la chispa que enciende el alma, el fuego que les recuerda que pueden ser más grandes de lo que jamás imaginaron.
Gracias al PRODE, muchos jóvenes que antes vivían en la sombra de la desesperanza ahora ven el futuro con optimismo. Este programa no solo les ha dado una pelota y una cancha, les ha dado una razón para sonreír, para levantarse cada día con el propósito de ser mejores, tanto en la cancha como fuera de ella. Y eso, para mí, es lo más hermoso.
El deporte, cuando se apoya de manera adecuada, tiene el poder de cambiar vidas. Y eso es lo que está haciendo el PRODE en Encarnación. Está creando un legado de esperanza, determinación y felicidad, donde antes solo había incertidumbre. Porque, al final del día, no se trata solo de lanzar una pelota, sino de lanzar sueños al aire, con la certeza de que algún día, con esfuerzo, todos esos sueños aterrizarán justo en el lugar que les corresponde.
El impacto del PRODE no se detiene en las canchas de Encarnación. Lo que esta organización ofrece va más allá del deporte: provee uniformes, calzados, pelotas, e incluso asegura el transporte para los jóvenes atletas que, sin esos recursos, quizás no podrían permitirse formar parte. Esto es mucho más que un simple programa deportivo; es una red de apoyo completa que elimina barreras y garantiza que todos los chicos, sin importar su situación económica, puedan tener la oportunidad de participar.
Recuerdo que mi sobrino, nos dijo con mucho entusiasmo: «Nos van a dar uniformes,», mientras su voz transmitía una mezcla de asombro y felicidad. Para él y su hermana esto significó poder sentirse parte de algo, ser vistos como iguales en la cancha, donde todos llevan la misma camiseta, con el mismo sueño.
Lo más increíble de PRODE es su compromiso con la inclusión. En las canchas, no hay distinciones ni exclusiones.
Este enfoque inclusivo es, sin duda, una de las mayores fortalezas del programa. Ver cómo niños de diferentes contextos, con distintas habilidades, pueden unirse en un mismo equipo, con las mismas oportunidades, es una muestra clara de que el deporte puede ser una herramienta transformadora y poderosa. El deporte tiene la capacidad de crear espacios donde todos se sientan bienvenidos, donde las diferencias no son obstáculos, sino oportunidades para aprender y crecer juntos.
Cada vez que veo los videos que mi hermana me envía, donde Carlos y Nahiara están corriendo detrás del balón, saltando y celebrando cada canasta, no puedo evitar sentir un profundo agradecimiento por lo que PRODE ha traído a sus vidas. Y sé que, para muchas familias como la nuestra, esto ha sido un verdadero salvavidas. En un mundo donde tantas veces se enfrenta la adversidad, el deporte y programas como PRODE les han dado a estos niños algo invaluable: la posibilidad de soñar sin limitaciones.
No solo están aprendiendo a jugar básquetbol, están aprendiendo a ser resilientes, a trabajar en equipo, a superar sus propios límites. Están entendiendo que, en la vida, como en el deporte, lo importante no es ganar o perder, sino esforzarse al máximo, respetar a los demás y nunca dejar de soñar.
Lo que PRODE ha logrado en Encarnación es la creación de una comunidad basada en la igualdad, el respeto y la inclusión. Y es exactamente eso lo que hace que programas como este sean tan importantes. Están abriendo puertas que, de otro modo, tal vez hubieran permanecido cerradas para tantos jóvenes que merecen tener la oportunidad de brillar, de encontrar su camino y de saber que, en la cancha y en la vida, siempre hay espacio para ellos y para sus sueños.
Por Carolina Acosta (tía de Carlos y Nahiara, alumnos de Los Canes de San Isidro)